21 oct 2017

Esta guadaña está desafilada





- Tamara, cariño, te he traído un regalito. Se acerca Jalogüin y creo que deberías disfrazarte.
- ¿Más?
- Haz lo que puedas, ya sé que vivir en un mundo laboral tan competitivo conlleva eso.
- ¿Y qué me has traído?
- Lo que te mereces. Por el sudor de tu frente y las cenas de empresa derramadas.
- Habrá que celebrarlo, ¿no? El paquete es muy grande.
- Ya lo sé.
- Me refería al regalo.
- Yo también.
- ¿A ver? Hombre, en vez de papel de estraza, podrías haber usado otro menos cutre para envolverlo.
- Siempre tan agradecida.
- Pero, Salomón, ¿esto qué es? ¡Es una guadaña!
- Si cielo, es una guadaña. Creo que te identificarás con ella.
- Pero si fuera fucsia y con brillantitos, quedaría más kitsch. Yo no puedo salir con eso.
- Sí, mi amor, hace juego con el color de tu alma.
- Te pega más a ti, que hace juego con los botes de testosterona que te desayunas todos los días.
- ¿No aceptas el regalo?
- No acepto la muerte. Ya lo sabes. Sólo en los juegos online.
- Pues juguemos offline. Tú te disfrazas de ministro de hacienda y yo de trabajador con nómina.
- Pero si tú siempre has sido un mantenido, nunca has trabajado.
- Soñar es gratis.
- ¡Juguemos!



Foto arriba: Lhermitte, La Paye des moissonneurs (merece la pena hacer click en los enlaces y aumentar la imagen, ¡señores!)
Pintor-ilustrador-grabador, alabado por Van Gogh,  vídeo de Lhermitte https://www.youtube.com/watch?v=uk4wC-xx8vQ


9 oct 2017

Ojo 93




Por ese señor me haría yo la cirugía estética.
Bueno, para ser más exactos, tendría que hacerme un número "n" elevado al infinito de cirugías estéticas. Pero, seamos prácticos, me quedaría como estoy, que es más ergonómico.
Pero es que hay trabéculas que matan.
Me quedé contando, difuminando y diseñando mentalmente esas trabéculas y arquitrabes de sus ojos, tan bien hechos, y me resbalé hasta una pupila negra que me quitó el maquillaje cerebral.
Cuando me di cuenta de que me estaba escudriñando y que tenía esa sonrisa de ojos, la del que está acostumbrado a medir las capacidades de su oponente, me dio un vahído.
Un mareo de tiovivo con música peligrosa de feria de Hitchcock, me hizo volver a esa realidad imperfecta.
Seguí mirando la arquitectura del iris, de todas formas, ya estaba perdida y daba igual si me iba a encontrar o no.
Por mirar los ojos, me quedé sorda. No oí su voz. Creo que me avisaba de alguna torpeza mía que provocaría algún desastre fatal, pero no quise oír su voz. No vi sus labios tampoco, podría haber leído en ellos, pero el ojo no me dejó escapar de ese atrapamiento cruel. No olí su perfume, que luego supe que llevaba mezclados vodka, tabaco y comino. Y tampoco supe saborear su lengua, que entró a mi paladar sin permiso.
Sólo percibí el tacto de sus ojos.
No, no se los arranqué, pero me los he tatuado en mis manos.