24 ago 2016

El Aspergillus Niger




El Aspergillus Niger se estaba cebando con el papel del cuadro, ese que me regaló Ana un día de sol, el de la reproducción de Gaugin, Músicos y bailarina. El papel colonizado por el moho que se había instalado en él como una tribu de quinceañeras en un centro comercial, iba tomando por días una variedad de matices desde el color rosa intenso, morado, hasta el negro.
No sé si me gustaba más el cuadro de Gaugin, la colonia de aspergillus o el vecino, cuya humedad filtrada estaba desencadenando lo que comenzaba a ser un drama.
Cada vez que me sentaba al escritorio junto a esa pared, el olor a moho me invadía las fosas nasales y los bronquios. Intentaba escribir y tomarme el enésimo café, pero se me desencadenaba un crisis de estornudos que me obligaba a volver a empezar.
Para consolarme me dio por fantasear, otros beben vino, pensando que mi vecino me estaba tirando los tejos de una forma muy original. Con tantas visitas yo a su casa y él a las mía acompañados de los técnicos de los seguros y los fontaneros, a modo de carabinas, ya empezábamos a tenernos simpatía a pesar de las humedades.
Se me ocurrió hacer testamento e incluirle a él para que heredara mi casa, mi cuadro de Gaugin y esos aspergillus tan bien cultivados que teníamos a medias.
Siempre fui un poco tiquismiquis a la hora de ligar.
Y aquí estoy ahora elucubrando cómo deshacerme de su cadáver, que me ha caído como un cólico biliar amargo e imprevisto.

Imagen: Rita Udina

27 mar 2016

Absinthe



Ausente voy, envuelto en mis delirios y en absenta.
Me buscas pero no me encuentras. Me he ido a algún viaje a otro planeta. Ya sabes, puedes hablarme, pero luego te dará igual, porque no me voy a enterar. No sé si esto es intencionado o es una evasión involuntaria. Creo que tengo triple pensamiento, porque por un lado te miro mientras me interrogas sobre algo y me concentro en esa pestaña que siempre se te mete rebelde en el ojo izquierdo cuando te las cargas de rimmel. También voy pensando que este año el cambio climático me está resecando como a un olivo. Pero sobre todo ando liado en descifrar los datos de la última aplicación que me he descargado en el smartphone. Me he abducido a mí mismo, pero no sé dónde aparqué el último platillo volante.
Tú sigues erre que erre intentando mordisquearme el lóbulo de la oreja, decirme lo mucho que me quieres y hacer planes para cuando vayamos a Ali'ite.
Y yo acabo de ver a un demonio que me tiene muy preocupado, porque cada vez aparece con más frecuencia, sobre todo cuando le he dado a la absenta. Es una especie mixta de beduino, mujer barbuda y buitre. Algún día te lo dibujaré con el aerógrafo en la pared norte de tu dormitorio. Me habla en un idioma que me cuesta entender. Mientras me vas arreglando las uñas para que te rasque el lomo, dices, él me va diciendo que te muerda yo a ti, algo así como que te fagocite el corazón y me lo lleve yo puesto por si alguna vez necesito un trasplante.
Como tú eres más persistente que el demonio, se está desvaneciendo, se me desvanecen la absenta y la ausencia. Vuelvo a ti. Y vuelvo a recordar que eres una mujer preciosa, además de reconcentrada como los caldos de carne, sabes a sal de roca.
Voy  tener que aterrizar.