25 ene 2009

Tulipanes Negros


...y dicen que desde entonces en la estación había así como un aroma a Tulipán Negro, mezclado con el de la prensa de los domingos, el olor legionelósico del aire acondicionado, y el del puestecillo de gofres. Y que una atmósfera de melancolía lo invadía todo produciendo retrasos de 8 segundos y 32 décimas en la salida de todos los trenes, que fué el tiempo que ella tardó en viscosearse. Y dicen también que por allí nunca pasará el AVE....

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Salió vestida de tulipan negro: la cabeza con cardado de la época del twist, un inmenso moño carbón y el eyeliner haciendo arco hasta casi unirse con las cejas; el talle, o tallo andrógino, con ese vestido verde pistacho sosteniéndola precariamente, y unos tacones de los de matar a estocadas horadando los adoquines del Ayuntamiento. Pero no supo dónde ir, así que volvió a entrar a casa y se puso otra vez la bata, pero no la de cola.

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Ha comenzado la operación Tulipán Negro y todos estáis bajo secreto absoluto. No olvidéis que la cárcel siempre tiende amablemente sus rejas al que se va de la lengua. Los objetivos están ya identificados y se os entregarán con cuentagotas a la hora del bocata. La lista de problemas y obstáculos a superar es interminable, así que tendréis que improvisar. Macías sácate el palillo de la boca mientras yo hablo, que pareces un concejal de pueblo. Lo siento pero no hay presupuesto para coches blindados, tendréis que conformaros con las bicis de alquiler. Quiero ver a todos bien camuflados, está de más decir que si os ponéis las gorras de béisbol se os nota a la legua... y en estos momentos, el peligro está ahi afuera. Compañeros: quiero que me traigáis todos los tickets del McGonalds para que me toque a mí el coche. Ya lo compartiremos.

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Otra vez te miro, ya que últimamente es mi deporte favorito, y me imagino inmersa en otro anuncio de Tulipán Negro. Yo voy a cámara lenta, con el viento ondeándome la melena y la falda, tú te acercas y se te cae el periódico a mi lado, yo levanto el brazo y tú te incorporas acercando la nariz a mi axila bienoliente, pudiente y muy decente, a mí me da la risa de las cosquillas y tengo que volver a empezar la fantasía de anuncio, porque se va afreír espárragos el romanticismo.

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Tus ojos, como corolas de tulipanes negros, brillan ahí muy colocaditos en su espacio natural, bien hidratados y tersos, bien definidos y sin rebabas, tus ojos me intimidan, a pesar de tu tono bienintencionado. He decidido hablarte sin verte, aunque te mire, porque, como te vea los ojillos indagándome, acabo soltando despropósitos o compitiendo contigo en alguna batalla que no sé de dónde ha surgido. No me mires, que te veo, y el reflejo verde del rabillo del ojo me enlujuria y me escama.
Anda, ponte unas gafas negras, que el mosqueo sería el mismo, pero al menos me quedaría la duda de lo que piensas.