3 feb 2009

Mascotas indigentes


Hoy he alcanzado la felicidad eterna mientras contemplaba a mi mosca. Maxi, se llama Maxi. Es sólo mía, la he encerrado en el cuarto de baño, ya que se atrevió a acosarme mientras me daba el colorete, y la he hecho mía. Como es invierno, en estos momentos está sola, así que no puede llamar a sus congéneres al rescate. Siempre se ha dicho que la mosca es un ser social y es cierto.
Nos hemos mirado las dos profundamente y nos hemos frotado las patas. Durante unos breves instantes no ha sucedido nada, el tanteo del terreno siempre implica silencio y análisis detallado de por dónde pueden venir los tiros. Pero ella ha sido más inconsciente que yo y se ha movido primero, sin darse cuenta de que, después de posarse en mi nariz y ser obligada por mi mano a emigrar a la pared, no he tenido más remedio que ducharla. Lo sé, las moscas no huelen a nada perceptible para mí, pero últimamente me ha dado por duchar a todo bicho viviente que entre en mi casa. Ya os invitaré a comer algún día.
Ella se ha vuelto hacia mí mirándome algo sorprendida, pero creo que se lo esperaba, posiblemente se me adivinan las intenciones nada más verme, mi transparencia me traiciona. Ha remontado la empinada cuesta de la bañera y en un momento dado me hizo sentir pena, así que he abierto la ventana para que se secara con el aire. Pero se ha marchado y me ha dejado solitaria con mis reflexiones.
El problema de las moscas es que son un poco indómitas, no de dejan pasear fácilmente y yo no estoy por la labor de cortar las alas a nadie. Me parece que me voy a tener que comprar una tortuga para poder salir con mi amiga cuando saca a pasear al perro.

2 comentarios:

  1. Desde luego, las moscas no sirven para hacer vida social. Te atrapan en su mundo o se escapan, como ésta.

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